LA ESPIRAL NEGATIVA

em quarta-feira, 9 de abril de 2025

 

LA ESPIRAL NEGATIVA


El crudo materialismo de nuestro tiempo nos conduce ciertamente a una sociedad involutiva tomada por la Entropía y que tiende a nivelar a todos hacia abajo. Quien quiera escapar a las leyes de la mecánica debe trabajar intensamente sobre sí mismo, aquí y ahora. Esto lo han dicho los grandes maestros de conciencia despierta a lo largo de los siglos de la civilización humana.

Llegar al fondo de la cuestión, la práctica y la teoría que los maestros nos han hablado incansablemente, se convierte en algo obvio e inevitable. Todos luchamos por el despertar de la conciencia y este es o debería ser el principal objetivo de todo estudiante gnóstico.

Debemos darnos cuenta de que la mecanicidad es una estructura que se extiende desde los confines de la mente hasta la cumbre de la cadena alimenticia. Abarca a todos los seres dormidos en este «Valle de Lágrimas». Es el piloto automático de la existencia, que muchos llaman «Destino». Es importante decir que la mecanicidad no es más que el funcionamiento de las leyes que nos rigen. Por ejemplo, tenemos la Ley de la Gravedad, que es común a todos, la Ley de Acción y Reacción, la Ley de la Inercia, entre muchas otras...

Sin embargo, existen ciertos conjuntos de leyes que rigen el principio anímico de la existencia, que no todos conocen y que a menudo son presentadas por los intelectuales y los ignorantes ilustrados. Son leyes que manejan al ser humano en un plano más espiritual, como la Ley de Retorno y Recurrencia, que por repetición de otras existencias, coordina los episodios de la vida de una persona, dejándola a merced de las circunstancias y guiada por los defectos que carga en su psiquis.

El verdadero trabajo gnóstico consiste en la superación de esas leyes y, como consecuencia lógica, el crecimiento espiritual.

Krishna, Buda, Cristo, Hermes Trismegisto, Quetzoacoatl, Samael Aun Weor, entre muchos otros, son ejemplos de seres inefables y radicales que buscaron la autorrealización íntima, el encuentro con el Uno, con nuestro Real Ser, con las Jerarquías Divinas y el conocimiento de todas las bellezas que rigen el Cosmos y las demás Dimensiones.

Todo esto sólo es posible mediante la suoeración de la mecanicidad, esa condición mental en la que nos encontramos, que tiene una capacidad hipnótica abrumadora, espantosamente difícil escapar. Esta mecanicidad sólo se produce porque tenemos su receptor: La Mente. La mecanicidad existe para todos aquellos seres que no han creado su propia individualización. Cuando nos creemos «uno» dentro de nuestra estructura mental, creemos también que nuestras actitudes están guiadas por nuestra propia voluntad.

No es necesario insistir en que la humanidad en su totalidad se cree una, dueña de su propia voluntad, guiada a lo sumo por un instinto primitivo básico y, cuando se espiritualiza, cree que el libre albedrío, que le ha sido dado por su Creador, es para que pueda ser libre de elegir.

Todo esto nos lleva a reflexionar: ¿Hasta dónde puede llegar la humanidad con esta línea de razonamiento? Hoy nos damos cuenta de que no estamos muy lejos de donde estábamos antes. Se ha hecho inevitable, por lo tanto, que comprendamos el funcionamento mecánico de la Mente y cómo ir contra la corriente de la mecanicidad, para que las leyes no se vuelvan contra nosotros durante nuestra existencia y para que la Balanza del Juicio Final no se incline contra nosotros cuando tengamos que presentar o no nuestra «Obra».

En cuanto a la Mente y la mecánicidad, sabemos (y podemos comprobarlo en cualquier momento) que en nuestro interior llevamos varios «yoes», agregados psíquicos, que se han instalado allí y que amordazan el 97% de nuestra Esencia y Conciencia. Y como todo buen parásito, los «yoes» se camuflan en el inconsciente, luchando por no ser descubiertos, ya que esto provocaría su muerte por parte del huésped.

A lo largo del día somos bombardeados por diversos estímulos: luces, sonidos, recuerdos, pensamientos, vídeos, experiencias, emociones, entre otros muchos acontecimientos... El hecho es que como tenemos una mente puramente egoica, estas impresiones lógicamente quedan en manos de los diversos agregados que están en nuestro inconsciente. Y ahí es donde está el error: estas impresiones son digeridas por el ego y transformadas como emociones y pensamientos de la misma naturaleza que el ego: negativos, oscuros, malsanos...

De este modo, tendemos a vernos arrastrados en una espiral involutiva y negativa, que se consume a sí misma y se fortalece cada día que pasa. En otras palabras, vamos en contra de nuestra propia naturaleza de superación de las leyes mecánicas y quedamos aún más subyugados por ellas.

Una vida que debería estar enfocada hacia algo superior y sublime, pero que pronto pierde ese sentido y nos quedamos atados al vano materialismo del mundo físico, dando vueltas sin sentido y buscando sólo satisfacer nuestros placeres egoicos. Buscando la bebida, las drogas, los placeres orgiásticos, la ira, los chismes, la aprobación, el miedo, la codicia y tantos otros elementos que pertenecen al Ego.

Pasamos por varias existencias alimentando todos estos defectos psicológicos que ahora parece imposible desintegrarlos, la sombra que creamos de estos «yoes-diablos» cubre toda la luz que viene del cielo y acabamos distanciandonos de lo que es divinal.

Ciertamente, ante este panorama, todo parece ya reducido al fracaso y decidido a ser arrojado a los mundos infiernos para purificarnos de tanta podredumbre que hemos producido con nuestras propias actitudes. Pero para los verdaderos revolucionarios, nada es imposible...

El simple hecho de leer este texto e interesarse por estas enseñanzas indica que nuestra Mónada busca la autorrealización, como señal de que no ha abandonado su trabajo interior, encendiendo en nosotros la «Llama» de la inquietud, haciéndonos buscar la luz en medio de las tinieblas y de tanta inmundicia que llevamos dentro.

Eliminar el ego requiere una auto-observación constante para comprender en qué momento o circunstancia el ego entra en actividad y ahí en esse momento, eliminarlo. Atraparlo al vuelo, como un parásito que se esconde en las entrañas, imaginando que nunca será atrapado por su huésped. Ahí es donde reside realmente la salvación del alma, ¡el cielo se se toma por asalto! El ego sólo puede desintegrarse con voluntad y determinación.

Cuando analizamos el agregado psíquico en acción, gastando nuestras energías hablando mal del prójimo, creando escenarios imaginarios de lujuria, deseando más riquezas, o cualquier otro escenario, pidamos a nuestra Madre Divina que desintegre ese defecto, con la ayuda de ella conseguiremos realizar este trabajo.

Necesitamos acusarnos a nosotros mismos y tener la humildad de darnos cuenta del abismo en el que estamos y que necesitamos de un auxilio venido de lo Alto para salvarnos. Ciertamente no es una tarea fácil, de hecho es muy difícil. Percibir realmente aquello que somos y trabajar para cambiar esta condición es realmente «negarse a sí mismo», como Cristo nos enseñó. Así que coge tu cruz y síguele.

¡Paz Inverencial!


Colaboración: Estudiantes Gnósticos de Gnosis para los Pocos / S.O.S.
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